Tras el fallecimiento del Profeta Mahoma en el año 11 de la hégira, correspondiente al 632 d.C., sus compañeros decidieron enterrarlo en el lugar donde murió: la casa de su esposa Aisha, hija de Abu Bakr As-Siddiq. Este lugar se encontraba entonces cerca de la mezquita de Quba, el primer templo musulmán en la historia del islam.
La muerte del Profeta sumió a la comunidad musulmana en una profunda melancolía y desencadenó divisiones internas. Las tensiones aumentaron con el tiempo, desembocando en un conflicto sectario que marcó el fin del califato de los bien guiados (Rashidun) y el surgimiento del Califato omeya en Damasco. En medio de estos cambios, varios lugares sagrados fueron atacados, incluida la Kaaba. Incluso la tumba del Profeta, ubicada en la mezquita de Medina, fue objeto de intentos de vandalismo.
Los registros históricos mencionan cinco intentos de exhumar el cuerpo del Profeta Mahoma. Existen numerosos relatos, muchos de los cuales son cuestionables, sobre estos intentos. El relato más conocido es el de Nur al-Din Ali El Samhoudy, un destacado autor musulmán que documentó la historia de Medina en su obra «Wafaa Al-Wafa fi Dikr Akhbar Dar Al-Mustafa» (Fidelidad de los fieles en las noticias de la casa del Profeta).
Según esta obra, en el año 557 de la hégira, equivalente a 1164, un intento de profanar la tumba del Profeta fue llevado a cabo por cristianos de Al-Andalus, disfrazados de peregrinos marroquíes. El Samhoudy narra una historia casi mítica que destaca al rey Nur ad-Din Mahmud el Malik al Adil (1118-1174) de la dinastía Zengida.
Dos cristianos disfrazados de peregrinos marroquíes
El relato describe cómo este rey de Siria y Egipto, bajo el califato abasí, tuvo una visión del Profeta Mahoma. «Durante tres noches, vio al Profeta, paz y bendiciones sobre él, señalándole a dos hombres rubios y exhortándole a salvarlo», escribe El Samhoudy. En respuesta, el rey Nur ad-Din convocó a su ministro y, junto a una pequeña expedición de 20 personas, partió de Damasco hacia Medina con grandes sumas de dinero.
La tumba del Profeta en Medina. / Ph. DR
Tras un viaje de 16 días, el rey zengida llegó a Medina y convocó a sus habitantes para interrogarlos. Según El Samhoudy, preguntó si había otras personas en la ciudad que aún no había conocido. Los habitantes le hablaron de «dos hombres piadosos que hacían muchas donaciones y obras de caridad». «Cuando los conoció, se aseguró de que eran los dos hombres que había visto en su visión», añade El Samhoudy. El rey inició entonces una investigación. Al preguntar dónde vivían los dos extranjeros, los medinenses le indicaron una casa cercana a la tumba del Profeta.
El rey Nur ad-Din se dirigió a la casa, «perplejo mientras los medinenses no escatimaban en elogios hacia los dos marroquíes». Bajo una alfombra, descubrió una cripta excavada que conducía hasta la tumba del Profeta del islam.
Tras este escalofriante descubrimiento, el rey ordenó a los dos extranjeros confesar su crimen. «Reconocieron ser cristianos, que habían venido disfrazados de peregrinos marroquíes para exhumar y transportar el cuerpo del Profeta», relata El Samhoudy. Los dos cristianos también confesaron que excavaban su cripta por la noche, deshaciéndose de los desechos en pequeñas cantidades para evitar ser descubiertos.
Una historia cuestionada por algunos historiadores
El autor de «Wafaa Al-Wafa fi Dikr Akhbar Dar Al-Mustafa» añade que el rey zengida ordenó la ejecución de los dos cristianos cerca de la tumba del Profeta. Temiendo que el incidente se repitiera, Nur al-Din también decidió proteger el cuerpo del Mensajero del Islam con un «muro de piedra y plomo fundido», tras excavar sus bases alrededor del lugar de sepultura.
La tumba del Profeta en Medina. / Ph. DR
La historia narrada por El Samhoudy ha sido ampliamente difundida en otros textos históricos, aunque algunos historiadores cuestionan su autenticidad. En un artículo publicado en la revista «Majmaam Al Logha Al Arabiya» (Colecciones de la lengua árabe) en 2012, titulado «El sultán Nur al-Din y la tumba del profeta», el autor Ibrahim Omar al-Zibq sostiene que quienes leen «esta novela con un sentido crítico la encuentran infundada, débil y no coherente frente al enfoque científico y el análisis de la información».
El mismo autor señala que grandes historiadores han omitido mencionar esta historia, lo que arroja dudas sobre su veracidad. Según él, el rey zengida no visitó Medina en el año 557 de la hégira, como afirma El Samhoudy. «Además, Nur al-Din nunca visitó los lugares sagrados durante sus años de reinado y nunca realizó el Hajj, ya que estaba ocupado con la yihad contra los cristianos, al igual que su sucesor, Salah-Eddine Al Ayoubi», concluye.