La Revolución francesa de 1789 desencadenó un enfrentamiento crucial en Europa entre dos bandos: por un lado, las monarquías como Gran Bretaña y Austria, y por otro, las fuerzas revolucionarias que promovían la creación de repúblicas.
En este contexto, el general Napoleón Bonaparte comenzó a destacar por sus habilidades militares, ganando numerosas batallas que le permitieron ascender rápidamente en la jerarquía militar. Algunos líderes franceses propusieron entonces una campaña en Oriente, una idea que Napoleón defendió ante el gobierno.
Napoleón creía que controlar Oriente permitiría a Francia cortar el suministro a los británicos, apoyados por sus colonias, especialmente India. También aspiraba a dominar rutas marítimas clave y ofrecer a Francia una alternativa al Cabo de Buena Esperanza, controlado por los británicos.
Convencido por estos argumentos, el gobierno francés le otorgó a Napoleón un ejército de 35,000 soldados y 300 barcos. En su camino a Egipto, Napoleón ocupó Malta el 9 de junio de 1798, antes de llegar a Alejandría el 1 de julio del mismo año.
Consciente de la influencia de la religión, Napoleón contactó rápidamente con los líderes religiosos, comenzando sus cartas con «En el nombre de Dios clemente y misericordioso (Bissm lah Arrahman Arrahim)», según relata Ahmed Fouad Bacha en «Al Mouassissiya en Islam» (ediciones International Institute of Islamic Thought, 2012). En sus cartas, afirmaba: «Digan a su nación que los franciscanos también son musulmanes fieles [porque] han llegado a Roma y han destruido el trono del papa, quien siempre ha instado a los cristianos a combatir el Islam».
El ejército francés no tardó en derrotar a los mamelucos, quienes gobernaban Egipto bajo el imperio otomano. Sin embargo, Napoleón consideraba que su presencia en Egipto aún estaba amenazada.
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Napoleón y los marroquíes de Egipto
Durante la campaña napoleónica en Egipto, los marroquíes jugaron un papel destacado, como señala Abdelhafid Hamman en su obra «Marruecos y Francia en la época de Napoleón Bonaparte». Su presencia en Egipto se incrementó desde la época otomana.
Gracias a su experiencia militar, «su entusiasmo religioso» y «su simpatía por el pueblo musulmán egipcio», los marroquíes participaron activamente en la resistencia contra el ejército francés, según el historiador. «Desde el espíritu religioso y el vínculo islámico, los marroquíes (...) levantaban la bandera de la yihad contra el ejército de Bonaparte», añade Abdelhafid Hamman.
Los marroquíes también utilizaban su «estatus económico y social» para financiar a los «muyahidines en su resistencia y poner en práctica su experiencia militar». Aprovechaban cada oportunidad para combatir al ejército francés.
Desde los primeros meses de la campaña francesa en Egipto, el mando militar francés estaba preocupado. «Los dirigentes de la campaña culpaban a los marroquíes.»
Según la revista Al Ihyae, las fuentes coinciden en destacar «el papel» de los marroquíes en «la yihad y la resistencia en diferentes regiones de Egipto». En particular, mencionan al jeque Mohammed Al Maghribi Al Jilani Al Hachemi, quien lideraba batallas en el Alto Egipto junto a su sobrino Hassan y su hermano Taher, al frente de miles de muyahidines del pueblo de Hijaz y marroquíes.
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La obra «Memorias del Haj Ahmed Al-Charif Al-Zahar» de Ahmed Tawfiq Madani, destaca que mientras el jeque Al Maghribi combatía en el Alto Egipto, otro muyahidín marroquí, Mohammed Ben Al Ahrach Ed-Darâaoui Al Maghribi, se destacó en Beheira, al norte de El Cairo.
En el mismo contexto, el libro «Los marroquíes en Egipto en la época otomana (1517-1988)» de Abderrahim Abderrahmane Abdorahmane, señala que los marroquíes jugaron un «papel importante en la estructura urbana, económica, social, cultural y política de El Cairo durante el período otomano». «Estas organizaciones eran conscientes de que El Cairo era su patria y la defendían contra la invasión extranjera», explica el autor.
Una realidad que Napoleón reconoció al percibir el «peligro» de la presencia marroquí en El Cairo. Así, el 30 de septiembre de 1798, emitió una orden instando a los marroquíes a regresar a sus países. En un tono amenazante, advirtió que «toda persona detectada después de tres días asumiría su responsabilidad». Sin embargo, la mayoría de los marroquíes rechazaron este llamamiento.
Napoleón y Marruecos
En otro artículo de la revista Al Ihyae, Mohamed Belarabi Houach confirma que, mientras los muyahidines marroquíes combatían en Egipto, algunos «eruditos, imanes y predicadores» en Marruecos instaban a los musulmanes a prepararse para la yihad.
En la época del sultán alauí Moulay Sleiman (1792-1822), los partidarios de Napoleón en Marruecos intentaron transmitir su mensaje a los musulmanes de Egipto para «mejorar la imagen de Francia», presentándola como defensora de los débiles y respetuosa de la religión musulmana, según la obra «Las relaciones egipcio-marroquíes a través de la historia», publicada por la Universidad de Helwan.
Sin embargo, los marroquíes no se dejaron engañar por estas cartas y estaban atentos a las noticias de Egipto, recibidas a través de los cónsules de otros países en Marruecos.
La campaña de Napoleón en Egipto también despertó el temor de que Marruecos pudiera enfrentar una invasión similar. Esto deterioró las relaciones diplomáticas entre Marruecos y Francia, y acercó al reino a los enemigos de Francia.
En Egipto, las cosas no salieron como Napoleón había planeado, especialmente tras su expedición al este del país y la derrota en Acre. Tras enfrentarse a las fuerzas otomanas e inglesas y a las revueltas en Egipto, Napoleón decidió regresar a París el 22 de agosto de 1799.
Según la revista «Daaouat Al Haq», incluso después de las guerras napoleónicas, el sultán Moulay Slimane continuó desconfiando de Europa, viendo en la alianza de las grandes potencias un indicio de sus ambiciones expansionistas.