En la actualidad, España se esfuerza por reconciliarse con su pasado complejo, especialmente en lo que se refiere a su relación con los judíos sefardíes. Una novela, «La buena reputación», del escritor Ignacio Martínez de Pisón, aborda este tema al narrar la historia de una pareja mixta: Samuel, un judío, y Mercedes, una católica, que vivían en Melilla durante los años 50. La trama se sitúa al final del protectorado español en Marruecos, un periodo que marcó el inicio del gran éxodo de judíos marroquíes hacia Israel.
A pesar de su marcado antisemitismo, último vestigio de su antigua alianza con Hitler, y de no reconocer al Estado de Israel, el general Franco facilitó la salida de barcos repletos de judíos marroquíes desde el puerto de Melilla hacia Israel. Según Martínez de Pisón, esta operación vació Marruecos de 25.000 judíos. El autor también recuerda que en 1936, el dictador supo aprovechar el dinero de un banco judío con sede en Tetuán para financiar la conquista del norte de Marruecos.
Franco utiliza la carta judía para acercarse a sus antiguos enemigos
Tras la Segunda Guerra Mundial y el fin del protectorado español sobre Marruecos, Franco, cada vez más aislado, buscó mejorar su imagen política. Facilitar el éxodo de los judíos de Marruecos fue una muestra de buena voluntad hacia los organizadores de la operación: Francia y Gran Bretaña.
Este intento de Franco por congraciarse con París y Londres pretendía hacer olvidar la orden del 13 de mayo de 1941, que instruía a sus subordinados a registrar a los 6.000 judíos que aún residían en España. Esta directriz estaba en línea con el pacto firmado en marzo de 1939 entre Hitler y Franco. El diario El País reveló en un artículo publicado en junio de 2010:
«Los israelitas nacionales y extranjeros residentes en esta provincia (...) están obligados a indicar sus afiliaciones personales, político-sociales, recursos financieros, situación actual y grado de peligrosidad.»
El juego estratégico de Franco
Se dice que la lista fue entregada al embajador alemán en Madrid. Sin embargo, Franco no apostó todo a su alianza con Hitler. Como confirma Shlomo Ben Ami, exministro de Asuntos Exteriores de Israel, nacido en Tánger en 1943, el dictador «hizo por los judíos lo que los principales líderes de las democracias no pudieron o no quisieron hacer por ellos».
Franco demostró habilidad para jugar en varios frentes: por un lado, complacía a Alemania con la lista; por otro, salvaba a judíos para mantener una puerta abierta en caso de que la Segunda Guerra Mundial se inclinara a favor de los aliados.
Esta ambivalencia permitió a Franco mantenerse en el poder hasta su muerte, abrir España al turismo masivo europeo en los años 60 y conceder a Estados Unidos cuatro bases militares en septiembre de 1953, a pesar de que su solicitud para unirse a la OTAN fue rechazada. España no se integró en la alianza atlántica hasta 1982.