Estoy escribiendo esto desde un momento de muchísima reflexión sobre la vida, pero a través de mi relación.
Mi relación se convirtió en mi filtro para la mirar la vida.
Escribo aquí para saber si alguien se siente como yo, o necesita hablar de ello con alguien que vive algo parecido.
Estoy enamorada de él, de eso no tengo duda. El problema es como la máquina que sostienen nuestro hombros no para de hacerse preguntas, cuestiona constantemente desde el maldito miedo.
El miedo de que todo lo que dicen los otros sea cierto. Porque te están contando el final más catastrófico, o los finales, de tu relación.
Se caso contigo por papeles
Tiene una familia allí y te dejará en cuanto tenga los papeles.
Te hará usar el hijab y quién sabe qué más.
Tus hijos serán moros, o musulmanes decían los cautos.
Te cuento lo que le pasó a la mora que limpiaba en casa de mi vecina?
Tus hijos se van a llamar Mohamed y Rachid?
Te tienes que convertir al Islam, verdad?
Pero cómo lo conociste? Vive allí?
Pero es practicante?
La cabeza, esa máquina enemiga que hace eco de todo lo que implica decir; mi novio es marroquí.
Mi novio es musulman.
Nunca preguntan, o a veces sí, al final por cortesía;
¿Y qué hacen cuando viajás para allá?
¿Qué ciudades conocieron en todos esos viajes?
¿Conociste a su familia? ¿si? ¿Cómo te llevaste?
Che, hace frío en invierno allá o es verano todo el año?
Cómo hacen para aguantar la distancia?
Preguntenme lo que quieran, pero preguntenme por nosotros, por nuestro amor. Si tus preguntas serán primero pensando en el moro y la gauría, por favor, sigue tu camino.
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