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En espera del regreso de Sebastián de Marruecos... El mito que ha obsesionado a los portugueses

El sebastianismo es un mito que surgió tras la muerte del rey Sebastián de Portugal en la batalla de Alcazarquivir en 1578, alimentado por la ausencia de su cuerpo y la esperanza de su regreso para salvar a la nación. Esta creencia, más tarde politizada bajo el dominio español y revivida en el Brasil del siglo XIX, llegó a simbolizar una esperanza irrealista y una negación de la realidad. Relato.

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El 4 de agosto de 1578, Marruecos se encontraba al borde de un enfrentamiento histórico. El rey Sebastián de Portugal avanzaba hacia el norte con su ejército, acompañado por el depuesto sultán saadí, Abu Abdallah Mohammed II al-Mutawakkil. Mientras al-Mutawakkil buscaba el respaldo portugués para recuperar el trono arrebatado por su tío Abd al-Malik, el rey Sebastián veía en esta campaña una oportunidad para revivir el esplendor de Portugal en el norte de África.

La batalla, que se libró cerca de Ksar El Kebir, resultó en la muerte del joven monarca, el colapso de la independencia secular de Portugal y el nacimiento de un mito nacional perdurable.

Conocida como la Batalla de los Tres Reyes, esta confrontación cobró la vida de al-Mutawakkil, su tío Abd al-Malik I, y probablemente del propio Sebastián, cuyo destino sigue siendo incierto: muerto en combate o fallecido en cautiverio.

No hay cuerpo, no hay crimen

La ausencia del cuerpo de Sebastián sembró dudas, alimentando especulaciones y una persistente negativa a aceptar su desaparición. Cuando la noticia de la caída del rey llegó a Portugal, muchos se negaron a creerlo, dando origen al fenómeno conocido como sebastianismo.

Según el mito, Sebastián no habría muerto en Marruecos, sino que regresaría algún día para salvar a Portugal. Estas esperanzas eran alimentadas por profecías y leyendas populares. Una de las predicciones más citadas provenía de las Trovas de Bandarra, una colección de versos proféticos del siglo XVI que anunciaban la llegada de un emperador salvador para Portugal.

El sebastianismo adquirió una dimensión política en la década de 1580, cuando Portugal fue anexionado por España. Sebastián, al no dejar heredero, permitió que el rey de España Felipe II, nieto del rey portugués Joâo III, reclamara el trono. Muchos portugueses opuestos a la dominación castellana esperaban que Sebastián regresara de Marruecos para restaurar la soberanía nacional.

Sebastián volverá...

El mito era tan poderoso que Felipe II, ahora rey de Portugal bajo el nombre de Felipe I, temía su influencia. En 1582, ordenó el traslado de lo que se suponía era el cuerpo de Sebastián al monasterio de los Jerónimos en Lisboa, esperando así poner fin al mito. Pero, como señaló un historiador, «el plan no funcionó».

Por el contrario, el sebastianismo ganó en popularidad. A finales del siglo XVI, al menos cuatro impostores surgieron, afirmando ser el rey desaparecido. Entre ellos, Marco Tulio Catizone, un italiano de Calabria, quien finalmente fue desenmascarado y ahorcado en 1603.

En su ensayo From Military Defeat to Immortality: The Birth of Sebastianism, la investigadora Mary Elizabeth Brooks describe el fenómeno, especialmente en los años inmediatamente posteriores a la batalla, como «uno de los ejemplos más dramáticos y sorprendentes de la adhesión obstinada de una nación a una creencia, a una esperanza, a pesar de los hechos, la razón y la lógica contrarias».

Incluso después de que Portugal recuperara su independencia de España en 1640 bajo el reinado de Juan IV, el mito persistió. La creencia era tan fuerte que Juan IV habría prometido retirarse si Sebastián regresaba algún día del campo de batalla marroquí. En ese momento, Sebastián habría tenido más de ochenta años.

De Marruecos a Brasil

En las décadas que siguieron, el sebastianismo evolucionó de una esperanza política a un mito nacional. «Después del comienzo del siglo XVII, cuando la duración de vida de Sebastián habría naturalmente llegado a su fin», escribió Brooks, «el sebastianismo perdió sus lazos con la realidad». Lo que quedó, sostenía ella, era un «culto pseudo-religioso ridículo» que inspiró obras literarias.

El mito de Sebastián cruzó incluso el Atlántico, encontrando terreno fértil en Brasil en el siglo XIX. Allí, algunos creían que el rey perdido regresaría, no para salvar a Portugal, sino para liberar a Brasil del yugo religioso y traer justicia a la República.

Hoy en día, llamar a alguien sebastianista designa a una persona con un optimismo irrealista, alguien que espera un Sebastián que nunca regresará. Alguien que se aferra a lo imposible.

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