Su nombre evoca una fuerte connotación árabe y norteafricana, pero el «café moro» tiene un origen diferente. Concebido originalmente bajo el Imperio Otomano (1299 - 1923), este espacio público fue diseñado principalmente para una clientela masculina, apasionada por las recepciones y veladas musicales, donde los asistentes disfrutaban de un café meticulosamente preparado o un té de mil aromas.
Aunque allí se servían bebidas rodeadas de controversias históricas sobre su legalidad, el «café moro» tal como fue concebido por los otomanos no siempre fue bien visto. Frecuentarlo podía manchar la reputación de alguien. Con el tiempo, sin embargo, ganó aceptación, inspiró a los líderes a crear jardines adyacentes y comenzó a atraer tanto a locales como a turistas.
¿Café turco o café moro?
Antes de convertirse en un espacio de socialización, el café moro es un producto «histórico del lenguaje». El historiador, jurista y profesor Omar Carlier, quien ha trabajado entre Orán y París, ha explorado esta dimensión en su obra «Le café maure, sociabilité masculine et effervescence citoyenne (Algérie XVIIe-XXe siècles)» (Cambridge University Press, 2017).
«Desde el siglo XVI, el término 'Moro' designa a esa parte de la población compuesta por la mezcla de los autóctonos de las ciudades y los andaluces expulsados de España tras la Reconquista, quienes disputaban con los Turcos la primacía urbana dentro de una jerarquía de estatus basada en criterios étnicos», explica Carlier.
A través de su análisis, Carlier traza el surgimiento de estos espacios en el norte de África, tomando como ejemplo Argelia. En este país, la administración otomana replicó varios aspectos del estilo de vida turco. En 1830, la ocupación francesa tomó los últimos bastiones otomanos de la región, pero el café, tal como fue concebido por los hombres del dey, permaneció, «y con él su espacio, sus funciones y sus usuarios preferenciales o típicos». Sin embargo, todo cambió, tanto la sociedad donde sobrevivió como la percepción que se tenía de él, lo que llevó a que «el café bárbaro se convirtiera en café moro», señala Carlier.
El historiador recuerda que las primeras descripciones de los rituales que inspiraron la creación de estos lugares se remontan al siglo XVII. En este contexto, menciona que Pierre Dan, quien realizó expediciones en el norte de África para Francia, fue el primero en describir estos hábitos en un relato de 1637. Dan menciona «la bebida y su uso en Argel» como una costumbre turca.
Los hombres se reunían «desde la mañana en las grandes calles, donde hay comerciantes y en las plazas públicas, donde se celebran los bazares o mercados». Allí, al borde de las tiendas, se entretenían conversando y tomando café y aguardiente en pequeñas tazas de porcelana, según Dan. Asimismo, dedicaban «dos o tres horas al día a este placentero ejercicio, pasando el resto del tiempo fumando tabaco».