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Historia: Los seis meses en Marruecos que cambiaron la vida de Eugène Delacroix

El 26 de abril de 1798 nació Eugène Delacroix. Figura del romanticismo en la pintura francesa del siglo XIX, vivió seis meses en Marruecos. Aunque breve, esta estancia fue lo suficientemente larga como para influir en sus obras, distinguidas por su singularidad en tiempos de un orientalismo pomposo.

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Retrato de Eugène Delacroix, hacia 1824 - 1825
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Pinturas, dibujos, grabados... Todas estas obras fueron legadas por Delacroix al pintor Charles Cournault (1815-1904). Hasta el día de hoy, estas creaciones, donadas al museo nacional Eugène Delacroix en 1952 por los descendientes de Cournault, permiten explorar tanto el realismo como la fantasía presente en la obra única y orientalista de Delacroix. Sus trabajos también pueden ser admirados y estudiados en numerosas exposiciones que rinden homenaje al artista, destacando especialmente sus fuentes de inspiración, entre las cuales Marruecos ocupa un lugar preeminente.

El viaje de Delacroix a Marruecos comenzó en enero de 1832 y se extendió por seis meses. Esta experiencia fue una oportunidad para que el joven artista creara cientos de bocetos y acuarelas, cuidadosamente preservados a lo largo de los años. Durante toda su carrera y hasta su muerte en 1863, su obra rindió homenaje a las figuras y paisajes de su vida cotidiana en el norte de África.

Como una oda lírica que evocaba el desarraigo, sus recuerdos de Marruecos se entrelazaron con una visión imaginativa y sensible, también inspirada en la literatura de su época.

Una misión diplomática en el trasfondo

Nadie hubiera anticipado que un nombre como el de Eugène Delacroix, aún poco conocido en ese momento, brillaría con tanta intensidad entre los profesionales del arte y recibiría numerosos encargos del Estado francés tras su regreso de Marruecos. De hecho, ni siquiera el viaje estaba planeado. Sin embargo, un cambio de última hora marcó un punto de inflexión en la vida artística de Delacroix.

En 1830, las tropas francesas desembarcaron en Argel. A raíz de ello, los líderes tribales de Tlemcen juraron lealtad al sultán Moulay Abderrahmane (1822-1859), solicitando su protección y reconociendo la tutela del reino alauita sobre el oeste argelino. En Francia, la iniciativa no fue bien recibida. Decididos a controlar el norte de África, los ocupantes propusieron declarar la zona como territorio neutral, delimitando sus fronteras con las de Moulay Abderrahmane.

Le Sultan du Maroc, Eugène Delacroix (1845)Le Sultan du Maroc, Eugène Delacroix (1845)Le Sultan du Maroc, Eugène Delacroix (1845)

Antes de intervenir más en la gestión de los asuntos políticos y económicos de los alauitas, Luis Felipe I (1830-1848) propuso una solución diplomática respecto al estatus de Tlemcen y Orán. Para ello, el conde Charles-Edgar de Mornay (1803-1878) fue enviado al sultán marroquí en 1832. El diplomático francés fue acompañado por una delegación portadora de «un mensaje de paz». Su misión fue exitosa: Francia logró la retirada de las tropas de Moulay Abderrahmane del oeste argelino y se establecieron las fronteras.

Coleccionista de arte antes de involucrarse en la política, el conde de Mornay insistió en ser acompañado por un pintor. La elección recayó inicialmente en el acuarelista Eugène Isabey (1803-1886), pero este se retiró. Poco conocido pero talentoso y muy inspirado por el estilo de Isabey, Eugène Delacroix fue llamado como reemplazo, con la condición de cubrir los gastos de este inesperado viaje. Inicialmente planeando perfeccionar su carrera artística en Italia, el joven pintor se encontró embarcando hacia Tánger el 11 de enero de 1832.

En «Les carnets de voyage au Maroc d’Eugène Delacroix en 1832», Cerise Fedini señala que esta elección no fue una mera casualidad, al menos desde la perspectiva de la diplomacia francesa:

«A los ojos del gobierno francés, no es solo el pintor de la Libertad guiando al pueblo, sino que también resulta ser un "hijo del Imperio"; su padre, Charles-François Delacroix, fue ministro del Directorio, luego embajador y prefecto, y sus dos hermanos, Charles y Henri, fueron oficiales de Napoleón.»

Un despertar en el norte de África

A pesar de su interés por las pinturas orientalistas de sus predecesores, Delacroix encontraba «sin vida» una parte importante de esos trabajos, según Cerise Fedini. Este viaje le permitió descubrir Andalucía, Marruecos y Argelia a través de su propia sensibilidad, lo que sin duda hizo que su obra orientalista fuera única y decididamente diferente de las producciones artísticas anteriores en el género.

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