La cuestión del Sahara ocupó un lugar central en los documentos publicados por los servicios de inteligencia de Estados Unidos sobre la región del Magreb durante la década de 1970. Esto se debió a los intereses entrelazados de Marruecos, Argelia y Mauritania, además de la potencia ocupante en aquel entonces, España.
Un documento de julio de 1974, desclasificado el 22 de marzo de 2006, señala que el plan de Madrid para conceder cierta autonomía al «Sahara español» reavivó el conflicto territorial. España, involucrada en la región desde finales de los años 50, enfrentaba las reclamaciones de los países del norte de África.
El documento describe a Marruecos como el actor más «activo» en la reclamación de soberanía sobre el Sahara, destacando que Rabat reaccionó «vigorosamente» a la iniciativa española y podría haber considerado el uso de una «fuerza limitada» para afirmar su posición.
En ese contexto, Madrid decidió sustituir el consejo legislativo establecido en 1967 en el Sahara por una nueva asamblea más influyente, cuyos dos tercios de los miembros serían elegidos directamente por la población local. El plan también contemplaba un referéndum sobre la autodeterminación, manteniendo ciertos vínculos con España para preservar sus intereses económicos, incluidos los relacionados con los fosfatos.
El documento confirma que el rey Hassan II, al conocer los planes de España, envió un mensaje al general Franco advirtiendo que continuar por ese camino deterioraría las relaciones bilaterales. En un mensaje posterior, subrayó los esfuerzos históricos de Marruecos por recuperar sus «territorios arrebatados».
El monarca insistió en su rechazo categórico a la creación de un «Estado cliente» en el Sahara. Señalando las preocupaciones de Rabat ante las acciones de Madrid, insinuó la posibilidad de recurrir a otros medios para defender la posición marroquí si las negociaciones fracasaban.
El documento sugiere que Marruecos consideró que los cambios políticos en Portugal y la retirada de las colonias africanas favorecerían la descolonización del Sahara. Así, Rabat lanzó una amplia campaña diplomática para obtener apoyo internacional a sus reivindicaciones.
Mauritania: Entre cálculos geopolíticos y preocupaciones de seguridad
En este contexto, Mauritania convocó una reunión tripartita en Nuakchot el 20 de julio de 1974, con la participación de los ministros de Asuntos Exteriores de Marruecos y Argelia, para discutir el futuro del Sahara español. El documento explica que Nuakchot aún reclamaba oficialmente la región, pero estaba dispuesta a apoyar la opción de la autodeterminación.
El documento informa que el ministro de Asuntos Exteriores mauritano declaró que, si los saharauis optaban por la independencia, Mauritania apoyaría el mantenimiento de la presencia militar española en la región «durante varios años» para asegurar la estabilidad del nuevo Estado. Esto reflejaba la preocupación de Nuakchot ante un vacío de seguridad que pudiera abrir la puerta a intervenciones militares de Marruecos o Argelia.
Según el documento, una de las principales razones de esta preocupación era que Mauritania, en las primeras etapas de la construcción de sus instituciones tras la independencia, temía compartir una frontera con Marruecos. Rabat no reconoció oficialmente la independencia de Mauritania hasta 1970, lo que afectó la confianza entre ambos países. Por ello, Nuakchot optó por una entidad independiente en el Sahara Occidental como una «zona de amortiguación» para evitar una confrontación directa con Marruecos.
Mauritania también temía que la retirada de España sin consenso regional pudiera desencadenar un conflicto directo entre Marruecos y Argelia, similar a la guerra de los Arenales en 1963.
Además, el documento señala que las reuniones tripartitas entre Marruecos, Argelia y Mauritania, desde 1970, no habían producido resultados significativos debido a los intereses conflictivos de los tres países.
Mientras Marruecos buscaba la anexión del Sahara, Mauritania quería establecer un Estado de amortiguación. Por su parte, Argelia se oponía firmemente a cualquier expansión marroquí en la región, insistiendo en ser un actor clave en cualquier resolución.
El documento concluye que ni Argelia ni Mauritania deseaban que la soberanía marroquí se extendiera al Sahara. Según la CIA, Argelia se opuso «vigorosamente a cualquier acción unilateral de Marruecos» para controlar el territorio.