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Historia: El textil, una actividad económica próspera en Al-Ándalus

La Andalucía medieval es famosa por sus eruditos, su arquitectura, su desarrollo agrícola y sus tradiciones culinarias. Su organización social se apoyaba en varios pilares económicos, entre ellos la industria textil. Elevada al rango de sector esencial en Al-Ándalus, esta actividad combinaba talleres familiares con unidades de producción controladas por los califatos.

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La agricultura fue una de las principales actividades económicas de Al-Ándalus, impulsada por el comercio y los intercambios marítimos en el Mediterráneo. El sector se benefició además de la aportación de sabios y botánicos, así como de técnicas innovadoras que favorecieron el desarrollo de la horticultura local. Durante el periodo califal, la península ibérica prosperó gracias a sus intelectuales, al florecimiento de la música y el conocimiento, así como a sus tradiciones culinarias, que han influido en las costumbres de la región hasta hoy, fusionándose con prácticas locales y foráneas.

Otras actividades también contribuyeron a la riqueza de la sociedad andalusí, entre ellas la industria textil, que se convirtió en un pilar económico de la época. Este sector experimentó un gran desarrollo bajo los Omeyas, quienes gobernaron el mundo musulmán entre 661 y 750, antes de establecerse en Al-Ándalus de 756 a 1031. Durante siglos, el emirato y luego el califato de Córdoba vieron multiplicarse los talleres estatales, mientras que otros siguieron en manos de familias.

Este periodo se caracterizó por una economía compleja, donde los mercados rurales y los centros comerciales urbanos ofrecían oportunidades para numerosos oficios ligados a la tierra y a la artesanía. En este contexto favorable, la producción textil experimentó un auge significativo, especialmente a partir del siglo X.

Un saber hacer enriquecido por el comercio de tejidos con Oriente

En la península ibérica, la cría del gusano de seda fue introducida en el siglo VIII por los Qaysíes. Procedentes de Mesopotamia, se establecieron en las fértiles llanuras andalusíes y aprovecharon el potencial agrícola de las alquerías. Entre los cultivos más rentables destacaba la morera, cuyas hojas alimentaban a los gusanos productores de una seda de calidad excepcional.

Los recién llegados de Oriente Medio lograron hacer prosperar estas explotaciones de alto valor comercial, gracias a su dominio de la sericultura y a un saber hacer adquirido a través del comercio con mercaderes de Extremo Oriente. En Al-Ándalus, los musulmanes introdujeron además telares horizontales y una infraestructura avanzada que cubría todas las etapas del proceso textil, impulsando así el desarrollo de una industria pionera en la región.

La Región de Andalucía destaca que «uno de los más bellos ejemplares producidos entre los siglos X y XI en el tiraz [taller, nota del editor] real de Córdoba es el del califa omeya Hisham II, que se encuentra hoy en la Real Academia de Historia de Madrid». Esta pieza sirvió de «turbante que, después de cubrir la cabeza, deja caer dos bandas a lo largo de los brazos».

Pieza de tejido de Hisham IIPieza de tejido de Hisham II

Todo está confeccionado con un «tejido de seda y lino muy fino, ricamente bordado con hilos de oro y plata, y decorado con tres bandas a lo largo de toda su longitud». La seda de Granada alcanzó un gran prestigio, ya que en las zonas elevadas los gusanos se alimentaban también de moreras, lo que garantizaba una calidad excepcional. Bajo el reinado de los príncipes nazaríes, esta producción de alto nivel consolidó la reputación de la región.

A pesar de las luchas políticas y del debilitamiento del poder omeya a principios del siglo XI —marcando el inicio de la fragmentación en los Reinos de Taifas—, la actividad textil siguió siendo un pilar económico en la península. Su importancia se mantuvo incluso tras la reunificación impulsada por la conquista almorávide, entre 1086 y 1147.

Una distribución del trabajo y una mejora del producto textil

La profesionalización del sector textil se enriqueció con innovaciones, complementando la actividad agrícola, tal como mencionó el investigador José María Moreno Narganes de la Universidad de Alicante, en «El tejido en casa: actividades textiles y espacios domésticos en Al-Andalus (siglos XII-XIII)». Hasta finales de la Edad Media, la industria doméstica permaneció íntimamente ligada a la economía textil, permitiendo una autosuficiencia a nivel individual, familiar o comunitario.

Durante el periodo califal en Al-Andalus, la actividad textil se caracterizó por la expansión de los Tirâz, unidades de producción controladas directamente por el poder central. Estos centros eran financiados a través de la recaudación de impuestos y gestionados por funcionarios del estado. Paralelamente, existían estructuras domésticas, donde la producción y la mano de obra se concentraban en el hogar, con una especialización particular en la lana y el lino.

Taller de confección artesanal en Sevilla / Ph. Juan Carlos RomeroTaller de confección artesanal en Sevilla / Ph. Juan Carlos Romero

La gestión del sector se centralizará cada vez más, en una dinámica de «crecimiento urbano» y «consolidación del entorno artesanal y comercial», como lo describe el profesor de Historia Eneko López Martínez de Marigorta, autor del artículo «Cómo al-Andalus se envolvió en un capullo de seda: el ṭirāz entre política económica omeya y comercio mediterráneo».

Escrito en 961 por el obispo mozárabe Recemundo, el «Libro de la división de los tiempos» o «Calendario de Córdoba» informa que la seda y otros materiales son «recaudados a modo de impuestos para estos talleres», ilustrando el funcionamiento entre los diferentes niveles de producción.

Citado por José María Moreno Narganes, autor de la tesis doctoral «Trabajar en casa: actividades de hilado y tejido en el espacio doméstico de al-Andalus (siglos IX-XIII)», la obra describe especialmente el acceso a las materias primas, provenientes de la agricultura (algodón, lino, cáñamo o esparto) o de la ganadería (lana o seda), transformadas gracias a los medios disponibles en el territorio político.

La documentación sigue siendo limitada y proporciona menos información sobre el proceso de tejido y explotación durante la fase de actividades descentralizadas, pero los escritos combinados con los datos arqueológicos permiten establecer la existencia de ciertas herramientas utilizadas en la confección de tejidos.

La producción floreció especialmente gracias a una mano de obra femenina, productora para su familia y asalariada para las clases más acomodadas. El papel de estas mujeres es «tan importante que las fuentes escritas, como los tratados de ḥisba, las crónicas y las fatwas, mencionan frecuentemente este tipo de actividad», indica el investigador.

Además, las herramientas empleadas son cada vez más ligeras y el peso está estandarizado, con la aparición de una producción en masa y una optimización del trabajo.

Exigencias de calidad y un hilo cada vez más fino

A partir del siglo XII, piezas más pequeñas y ligeras de hueso conviven con el uso de cabezas de husos de cerámica. Los fabricantes desarrollan un hilo más fino para tejidos más elaborados y de mejor calidad, lo que ha permitido hacer el trabajo y el sector más rentables para toda la cadena.

En este contexto, algunas fuentes mencionan la existencia del tejido vertical en la península ibérica, gracias a una evolución de las prácticas a partir del siglo II d.C. Esta técnica se extendió en el Mediterráneo, hasta el siglo XX, con variaciones regionales, señala José María Moreno Narganes.

Tras la caída de Granada, que marcó el fin del califato musulmán en Al-Andalus en 1492, el final del siglo XV experimentó una nueva organización y una estructura urbana más desarrollada, con otros cambios importantes en el textil, hasta el siglo XVI. La producción masiva se organiza cada vez más en torno a los modos de consumo que se han desarrollado, dinamizados por los cambios industriales y las transformaciones políticas regionales en el Mediterráneo.

En la región de Granada, las alturas de La Alpujarra son el centro histórico de la producción de tejido de sedaEn la región de Granada, las alturas de La Alpujarra son el centro histórico de la producción de tejido de seda

Estas evoluciones sectoriales capitalizaron especialmente sobre los logros del período califal, que estableció un sistema fiscal para la industria textil, con una organización del trabajo evolutiva en relación con la agricultura, la ganadería y la transmisión de oficios, para cubrir la demanda local de lana, lino y algodón.

Las clases más acomodadas se inclinaron hacia las sedas y los tejidos recortados. Se utilizarán entonces para fabricar diferentes tipos de piezas nobles como el terciopelo, el tafetán, el damasco, el brocado y el satén.

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