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Historia: La lengua que unificó el Mediterráneo durante siglos

Entre los siglos XI y XIX, el Sabir se habló en todo el Mediterráneo, lo que permitió a los pueblos comunicarse y entenderse sin necesidad de dominar una lengua con reglas fijas. Reflejando la diversidad del Mediterráneo, incorporaba influencias del árabe, amazigh, español, francés, italiano, turco e incluso latín.

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Durante la Edad Media y hasta el siglo XIX, el Sabir fue una lengua vehicular híbrida y simplificada, común en todo el entorno mediterráneo y enriquecida con elementos del árabe, turco, italiano, español, portugués, francés, así como del latín, sardo, maltés, catalán y amazigh. Gracias a la libertad que ofrecía al permitir el uso de palabras de diversos orígenes lingüísticos, resultó especialmente útil para la comunicación entre comerciantes y marineros de ambas orillas.

En misiones o negociaciones, el Sabir facilitaba el intercambio entre los actores económicos de la época, incluso cuando estos no dominaban la lengua estructurada de sus interlocutores. Al ser un punto de encuentro entre las distintas lenguas vehiculares de la región, también se utilizaba entre prisioneros de guerra, en las galeras, entre esclavos de diversos orígenes o poblaciones desplazadas, facilitando la comunicación antes de que pudieran dominar una lengua con reglas estructuradas y un vocabulario definido.

Un idioma que se adapta al entorno lingüístico local

El Sabir adoptó diversas formas de expresión dependiendo de la región, con variaciones influenciadas por las interacciones lingüísticas locales. Durante la época de Al Ándalus, recibió influencias del árabe, el catalán y términos amazigh. Más al este del Mediterráneo, se caracterizó por una fuerte influencia del italiano, especialmente en Túnez y Libia. En Argelia predominaba el español, mientras que en Marruecos estuvo influenciado por el español y el portugués.

Remontándose a los orígenes del Sabir, también llamado «lingua franca», un artículo del investigador en historia del arte Gianluca Pipitò sugiere que la primera frase de esta lengua habría «nacido de una serie de contactos entre los pueblos europeos y árabes en la Edad Media, provocados por la presencia de comerciantes, marineros, piratas, fortalezas europeas en el Magreb y grupos de europeos que se instalaron en esos territorios, trayendo consigo lenguas romances (italiano y español en particular)».

Autor de «La lingua franca barbaresca» (Ediciones Roma: Il calamo, 2004), Guido Cifoletti indica por su parte que el Sabir fue particularmente utilizado en el Mediterráneo durante el auge del imperio Otomano (1299–1922), hasta la conquista de Argelia por Francia en 1830. «En la Edad Media, el término franco es una designación cuyo origen se remonta al imperio carolingio, pero que designa a los cruzados (como lo demuestra la expresión reino franco de Jerusalén), quienes utilizaban varias lenguas romances», explica por su parte Philippe Cibois, profesor emérito de sociología de la Universidad de Versalles.

El investigador también señala que, en el siglo XVI, este término pasó a designar «una nueva realidad lingüística», en la que el italiano se popularizó como «lengua de intercambio y prestigio». «Se desarrolló un pidgin basado en el italiano con fines comerciales en todo el Mediterráneo», subraya. Esta variante se utilizó «de manera estable» durante casi tres siglos, especialmente en lo que los relatos históricos denominan «los Estados berberiscos», que abarcaban las regencias de Argel, Túnez y Trípoli.

Representación de un mapa del Mediterráneo medieval / DR.Representación de un mapa del Mediterráneo medieval / DR.

Así lo explica el historiador del arte Gianluca Pipitò para exponer las principales influencias que marcaron el Sabir. El fuerte componente español, que se rastrea en la transición de los siglos XVI al XVII, se explica, según él, por la caída de Granada al final de la Reconquista (722-1492). En ese momento, innumerables familias moriscas fueron expulsadas de los territorios andaluces. Al establecerse en el Magreb, especialmente en Marruecos y el oeste de Argelia, aportaron al Sabir un enriquecimiento léxico en español, idioma que dominaban a la perfección.

Una lengua para asegurar los intercambios comerciales y culturales

Gianluca Pipitò también menciona «la conquista española de Orán en 1509 y otras ciudades de la costa argelina», así como la presencia de intereses económicos y políticos ibéricos en Túnez y Argel, que «ciertamente favorecieron la difusión de este nuevo tipo de comunicación».

En menos de un siglo, el Sabir llegó a ser la tercera lengua más hablada en Argel, después del turco y del árabe, según los escritos del abad benedictino, erudito e historiador español Diego de Haedo, fechados en 1621 y recopilados posteriormente por el arzobispo de Palermo, en Sicilia.

En francés, el Sabir también se conoce como «el pequeño morisco». Aparece incluso en grandes obras teatrales de la época, como El burgués gentilhombre, una referencia en la obra de Molière estrenada en 1672. Philippe Cibois destaca un pasaje en «lingua franca» presente en esta obra teatral, para cuya elaboración Molière contó con la asistencia del caballero d’Arvieux, quien había sido cónsul de Francia en Argel. Este pasaje se encuentra en la escena 5 del acto 4, en las réplicas del muftí, que además revelan esta fuerte influencia del español y del italiano en el Sabir.

A lo largo de los siglos, el Sabir evolucionó según las necesidades dictadas por los cambios políticos, económicos y comerciales en el Mediterráneo, así como por las interacciones entre sus principales actores en los ámbitos diplomático, cultural y militar. La región era un punto neurálgico de intercambios de todo tipo y se distinguía por su diversidad cultural y religiosa. Sus poblaciones, provenientes de contextos y orígenes diversos, debían seguir comunicándose a pesar de estas diferencias.

Las colonizaciones europeas, iniciadas a finales del siglo XIX en el norte de África, marcaron sin embargo el declive del papel funcional del Sabir. Este cedió terreno, por un lado, a los dialectos locales y al árabe, y por otro, a las lenguas de las potencias coloniales. La caída del Imperio otomano en 1922 y los cambios del inicio del siglo XX marcaron el fin del uso de la «lingua franca».

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